El momento que estamos viviendo en Colombia, con las elecciones a presidente, pasadas hace muy poco, me hace pensar en cómo cada uno de nosotros es diferente y muestra sus diferencias haciendo uso del lenguaje. Cada uno explica las razones por las cuales votó por este o aquel candidato, creyendo que eso que dice es la verdad y que los demás deberían no solo entenderlo sino quizá seguirlo, porque sus razones son las más fuertes y claras.
Algunos, los más convencidos de que su candidato es el correcto, hacían campaña con sus amigos y familiares, explicándoles porque deberían votar por este candidato, lo bueno que tiene, las propuestas que está haciendo, los éxitos que tuvo en los puestos que ha tenido y lo bien que ha salido librado de los pleitos que ha tenido que sacar adelante. Explican de una y otro forma buscando convencer a sus interlocutores de las cualidades del personaje y en contraposición lo comparan con las debilidades de los oponentes, cosas como: este es honesto mientras los demás han robado aquí y allá; este es inteligente, se sabe rodear bien mientras los otros son poco preparados o no saben armar equipo. Juicios que le asignan, sin más al favorito, pero también a sus rivales.
Juicios que no siempre son fáciles de explicar y que en muchas ocasiones se explican con otros juicios, como “es poco competente porque no trabaja bien”, “no es un buen líder porque no se rodea bien”, “es muy bueno porque se las sabe todas”. Juicios que hablan de cómo ha sido el personaje en el pasado y por tanto qué se puede esperar de él en el futuro. Nietzsche1 dice que uno de los rasgos distintivos de los seres humanos es que son animales que enjuician. Lo interesante aquí, es que muy pocos se dan cuenta que al emitir un juicio sobre otro estamos hablando mucho más de quien lo emite que sobre de quién se está hablando. Esa persona que habla sobre el candidato está mostrando su pensamiento, su forma de actuar, su forma de evaluar al otro sin siquiera darse cuenta. Y lo hace todo a través del lenguaje.
Los juicios son como veredictos que damos sobre las personas y sobre sus acciones. Con ellos creamos realidades nuevas, realidades que sólo existen en el lenguaje. Esta realidad que se genera vive exclusivamente en la interpretación que el que habla hace del otro. El juicio está en la persona que lo hace, es a esa persona que el otro le parece inteligente, líder, abusador, delincuente, etc. Como nos enseña Rafael Echeverría2 “actuamos de acuerdo a como somos”.
Este fenómeno me llama mucho la atención, porque justo solo hace unos días, veía a muchos conocidos dando sus opiniones de por quién votar y aunque en varias ocasiones se hablaba del mismo candidato, cada persona que intervenía le hacía juicios diferentes y las explicaciones que daba para fundar los juicios hablaban de quien emitía el juicio y no necesariamente del candidato en referencia. Y pasaba lo mismo, solo que con un ahínco mayor, para hablar de los candidatos que se oponían al propio. En esos casos los juicios que se usaban eran en general descalificadores, fuertes, no daban la posibilidad de duda. Y las explicaciones son en muchos casos inexistentes: es ladrón, dicen que ha robado en todos los puestos que ha tenido, es corrupto, es incompetente, no sirve para nada. Nuevamente aquí esos juicios hablan de quien los emite, de su forma de ver la vida, de sus valores, de sus creencias, y no tanto del personaje del que se habla.
Sin darnos cuenta podemos, gracias a los juicios que emitimos, distanciarnos de otros porque opinan diferente, pelearnos con otros porque no están de acuerdo conmigo, sobre los juicios que emito sobre un candidato o sobre cualquier otra persona. En estos casos se vuelve todo rígido, intolerante, y se pierden las posibilidades de aprendizaje que puede haber cuando se escucha al otro buscando entender su planteamiento y las razones que tiene para expresarse así de él. En lugar de abrir las posibilidades al aprendizaje, las cerramos poniendo nuestra opinión por encima de las demás, sin ninguna posibilidad de duda sobre mi planteamiento y sin ningún reconocimiento sobre el planteamiento del otro.
Es esta imposibilidad de aprender la que nos lleva a una polaridad tan radical como la que estamos viviendo, en la cual polos opuestos se vuelven las opciones válidas, el miedo está presente y nos hace tomar decisiones y posiciones que tal vez el amor y la tolerancia evitarían. Son momentos críticos que vive el país, en los cuales al presidente electo le esperan decisiones difíciles para gobernar y para, ojalá, ayudar a sacar adelante a una Colombia con muchas necesidades y mucho dolor.
- Friedrich Nietzsche: Filólogo, alemán del siglo XIX.
- Rafael Echeverria: Sociólogo y filósofo chileno, creador de la ontología del lenguaje. Socio fundador de Newfield Consulting.
Una respuesta
Me encantó este artículo. Muestra el impacto de los juicios en nuestra vida y maravilloso verlo en un caso tan vigente como las elecciones presidenciales.