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Ser mujer y líder

Para asumir los retos que este milenio nos presenta nos toca crear una forma distinta de desarrollar nuestra feminidad. Ser mujer, cobra más relevancia que nunca en cada uno de los roles que tenemos: madres, abuelas, líderes y para ello es necesario poner foco en las “fuerzas” que vienen de nuestra alma femenina.

El desafío es descubrir nuevas miradas que nos permitan ser personas de este tiempo. En la ontología del lenguaje, y el coaching ontológico encontraremos algunas claves, que nos permitirán tener una vida distinta.

Fuerza de la vitalidad

La mujer tiene desde todo su cuerpo, una conexión física con la vida. No solo porque da vida a través de los hijos. También porque se relaciona con lo vivo, desde una profunda empatía existencial. Esa fuerza vital muchas veces se traduce en obras: arte, empresa, organizaciones.

Es la fuerza del emprender. La imagen que tengo es la de estar frente al desafío, y ser capaz de salir adelante con el empuje de los propios brazos. Emprender es poner en acción la creatividad. Emprender es meter las manos en la vida, para generar algo nuevo: una familia, una empresa, un movimiento comunitario, una fuente de riqueza.

Como líderes, es la fuerza de la vitalidad, la que nos permite emprender nuevos proyectos, avanzar y ayudar a otros a hacerlo también. La vitalidad nos conecta con los resultados.

Fuerza de la versatilidad

Es la capacidad de ser múltiple, muchos, o muchas en una sola persona. La multiplicidad de repertorios, abre la posibilidad de actuar desde un abanico amplio que nos permite ir más allá de nuestras habitualidades.

La mujer vive la experiencia de la transformación de sí misma, varias veces a lo largo de la vida. “Sabe” por vivencia, que se puede metafóricamente “morir y resucitar”. Es la capacidad de la reinvención, y de la transformación. Ese aprendizaje la lleva a nuevos renacimientos.

Una de las claves se encuentra en el tránsito que va desde la habitualidad a la versatilidad. La mujer en la empresa necesita avanzar hacia un tipo de liderazgo más versátil, y el aprendizaje permanente es el camino. Un liderazgo que sea colaborativo, inspiracional, directivo, analítico. Sería una combinación particular de enfoque único ontológico, con enfoque múltiple que permita el despliegue de nuevas capacidades de acción.

Fuerza de la ciclicidad

Los seres humanos hemos tenido un contacto ancestral con los ciclos, los órdenes perceptibles de la naturaleza: las estaciones, las fases de la luna, el movimiento de las estrellas. La fuerza de la ciclicidad emerge del conjunto de competencias que nos permiten distinguir esos ciclos del mundo que nos rodea y de la vida misma.

La mujer desde su biología, tiene un contacto permanente con los ciclos de la naturaleza, de su cuerpo, de la vida. La mujer vive los ciclos mensualmente, y en las diferentes fases de la vida. Esa vivencia corporal le da un sustrato de sabiduría, que puede o no, convertirse en consciencia útil para comprender el mundo en el que está inmersa.

En la empresa, en las organizaciones, hay tiempos para crecer y tiempos para esperar. Y forma parte de las competencias del líder, saber escuchar esos tiempos. Desde el liderazgo femenino, aportamos formas de interpretar los ciclos de la organización y adaptar nuestro comportamiento, individual y colectivo, a las exigencias del momento. Pero, simultáneamente, podemos anticipar los requerimientos de la fase que viene.

¿Cómo se hace esto? Conversando. En las conversaciones el líder tiene una herramienta de intervención. Su rol es generar las narrativas que las personas requieren para hacer sentido de lo que viven. Desde las narrativas construimos mapas que muestran las etapas, y contribuimos a generar estados emocionales propicios en el equipo: resistencia cuando es necesaria, entusiasmo por el futuro, preparación para lo que viene.

Fuerza de la trascendencia

La fuerza de la trascendencia, emerge de la capacidad que tenemos los seres humanos, de ir más allá de la vida individual, es la competencia que nos permite darle sentido a la vida.

En la mujer vive la trascendencia. Por nuestro cuerpo atraviesan las generaciones. Miramos hacia atrás y están todos los abuelos, miramos hacia adelante y están los ojos de los niños por venir.

Generaciones tras generaciones de personas hemos trascendido a través de la descendencia. Sin embargo, en este milenio, nos vemos empujados a diseñar nuevas formas de trascendencia. Las mujeres queremos gravitar en territorio de las decisiones: empresariales, gubernamentales, políticas. En parte porque estamos cada día más conscientes del peligro que nos acecha.

Como mujeres podemos y debemos generar caminos de trascendencia, para nuestros equipos, para nuestra gente. Podemos transformar los sistemas a los que pertenecemos. Si cambia una unidad del sistema cambia el sistema. Si cambio yo, cambia el mundo. Si cambia mi casa, cambia el mundo. Si cambio mi forma de liderar, cambia mi empresa y mi equipo.

Estas cuatro fuerzas de la feminidad nos ofrecen un camino de trascendencia. El coaching ontológico, es mi camino de trascendencia y el de muchas mujeres. La ontología del lenguaje nos da un discurso de base, para encumbrar una práctica, que, a mi juicio, está destinada a marcar el futuro. Y ambos, discurso y práctica, van creando un nuevo modo de hacer empresa.

Alicia Pizarro: Socia fundadora y Directora de la Escuela de Coaching Ontológico de Rafael Echeverría.
Alicia Pizarro
CEO Red Global de Newfield Consulting

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