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¿Poder o no poder? Otra mirada ontológica

Intentar algo suele estar relacionado con arriesgar. Nos cuesta trabajo atrevernos a entrar en territorios inciertos—tal vez incómodos—que nos desafían a explorar y expandir fronteras. Se necesita osadía para acercarse a explorar el misterio de lo desconocido, de lo nuevo, de lo cambiante, de todo aquello que puede surgir a lo largo de la vida y quizá sin que estemos preparados, e implique apertura a la curiosidad, actos de valentía, humildad, determinación y capacidad de asumir riesgos. Poder aproximarnos a estas fronteras y atravesar estos umbrales requiere, precisamente, de poder.

Me resulta apasionante el tema del poder, quizá porque de niña cuando decía, “no puedo, no soy capaz”, me sentí retada por mi madre a preguntarme: “¿cómo podré?”, y porque en los diálogos entre mi padre y sus amigos alguna vez escuché que hablaban del expresidente Echandía y del planteamiento que le atribuían: “el poder es para poder”.  En este caso, mi familia hablaba del poder político; del sentido de lo justo y de la importancia de equilibrar la balanza social promoviendo el liderazgo orientado a dar opciones a los más vulnerables y a comunidades menos favorecidas. 

En una de las conferencias dadas por Rafael Echeverría durante el programa ABC de certificación en coaching ontológico, lo que escuché me generó la pregunta: ¿Cómo distinguimos el poder sobre, del poder para? Guardo las palabras que vinieron de personas relevantes en mi vida, como tesoros cuyo valor hoy enriquezco sumando una nueva pregunta: ¿Y.… el poder de

La propuesta ontológica plantea que el lenguaje es acción y crea posibilidades; que toda acción lleva a resultados y que, si los resultados no nos satisfacen, podemos revisar las acciones que nos encaminaron hacia aquel resultado y trazar un nuevo camino para ir más allá. También podemos mirar nuestra manera de sentir, pensar, decir, o callar para transformarnos, cambiar posturas y así aproximarnos al poder de transformar nuestro entorno, a partir de estos aprendizajes trascendentales.

¿Cuál es ese poder?

Pienso que el poder del discurso ontológico va más allá de lo que hacemos al ejercer el coaching o al aplicar la ontología del lenguaje a la consultoría, a la formación de coaches o a la vida cotidiana. Creo que hay un poder que quizás nos une como humanidad en la necesidad y la posibilidad de hacernos ambientalmente sostenibles, socialmente justos y espiritualmente plenos; un poder que amplía nuestra capacidad de compromiso más allá de nosotros mismos.

Al poder, solemos darle carácter de supremacía, superioridad, grandeza o predominio y quizás olvidamos el poder de las palabras, los silencios, la postura, la gestualidad y la emocionalidad con la que decimos lo que decimos y escuchamos lo que escuchamos. Tal vez olvidamos también el poder de la vulnerabilidad y de cómo la grandeza está en ella y no a pesar de ella. 

Una voz paterna nos acompaña en mi familia: “el amor suma y multiplica, el odio resta y divide”. Esta frase la interpreto yo como un llamado al respeto, y una invitación al poder de relacionarnos con otros compasivamente, a veces por simple elección, a veces porque hay que hacerlo a pesar de las circunstancias y quizá en situaciones algunas favorables y otras, tal vez adversas.

Pienso que fortaleciendo la capacidad de reconocernos erráticos, precarios, falibles, y vulnerables, nos aproximamos humildemente al poder que ejercemos al hablar. Tal vez es aquí cuando aparecen las sombras del lenguaje como una forma de poder sobre quien piensa, siente o actúa diferente. Históricamente, hemos impuesto maneras y normas sistémicas para convencer a otros sutilmente—y a la fuerza—de que las cosas son como son. Que lo que vemos es la verdad, como si solo hubiese una, que se impone ante otros mediante el lenguaje con discursos que pueden resultar incluso seductores. Por ejemplo, padres que dicen a sus hijos adolescentes “nosotros sabemos que esa carrera no te conviene, nosotros sabemos lo que tú necesitas”, o en la empresa el que dice al equipo “así es como hemos llegado hasta acá, si así funciona no lo mueva”, o en la pareja cuando alguien dice “es porque te quiero y por tu bien que hago lo que te hago”.  Y ni hablar de los políticos y sus promesas electorales.

Como especie humana podemos cuidar la naturaleza y la convivencia armónica dentro de un orden social, reconociendo las diferencias, valorando la diversidad, y eligiendo la inclusión. Existe el poder de distinguir, diferenciar y elegir; el poder de explorar nuestras cegueras acudiendo a otros a que nos acompañen a vernos. Es posible iluminar lo que de nosotros no vemos, no mostramos, quizá por haber sido prohibido, castigado o criticado y que nos gobierna al punto de agudizar la capacidad de si verlo en otros y de hacernos reaccionar ante ese otro desproporcionadamente, sin darnos cuenta. También es posible ver que la cara que si mostramos al mundo suele aparecer por mandato de la otra, suele tener los rasgos de todos los recursos que nos han sido necesarios para atravesar umbrales de aprendizaje en el camino de vivir adaptativamente. ¿Podemos construir ese lugar en el que estemos dispuestos a ir más allá de lo aparentemente visible?, en el que nos atrevamos a indagar, a preguntarnos por los supuestos que nos han llevado a ver y ejercer el poder de una cierta manera y que podamos verlo de otras. ¿Podemos hacer del lenguaje un poder para generar nuevas realidades y sentidos que habiliten una vida más plena y una relación más respetuosa con otros y con el entorno?

He escuchado decir a Rafael Echeverría que es necesario “construir un sentido común que hoy no poseemos y que como humanidad estamos requiriendo”. Ante esto me cuestiono: ¿Estamos dispuestos a comprometernos con desarrollar una capacidad de acción y relación que nos ubique fuera del poder sobre, que se impone y que domina? ¿Estamos abiertos a ampliar la mirada de nosotros mismos, del mundo y de nuestra manera de encararlo con los problemas, retos, desafíos, tropiezos o caídas, logros y éxito, plenitud o vacío, para desarrollar el poder de dar sentidos nuevos a nuestra existencia?

En lo personal veo en la ontología del lenguaje el poder de atreverme, y siento la esperanza de que vale la pena intentarlo las veces que haga falta. ¿Tú? ¿Qué poder distingues y eliges?

Martha Lucía Garzón
Coach senior Newfield Colombia

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