Olvidamos sentir las señales del cuerpo cuando la tensión paraliza nuestros músculos y el dolor penetra los huesos. Dos operaciones continuas de cálculos renales con una aflicción lumbar insoportable me regalaron preguntas mágicas para mi vida: ¿qué me estaba reclamando mi cuerpo? ¿qué emociones incrustadas tenía en el mapa de mi cuerpo? Yo, en medio del dolor buscaba un remedio para entender este cuerpo conectado a mi tristeza, mi rabia y mis desconciertos. Un cuerpo que llora sus nostalgias. El lenguaje de un cuerpo que descubro día a día para sostenerme en mi fragilidad. Un cuerpo para mover mis sueños con mi respiración. Un cuerpo que habita y envuelve mi vida entera. Un cuerpo que vibra y siente desde la madrugada hasta el anochecer. Un cuerpo que es tierra, fuego, aire y mucha agua.
Estas preguntas y cientos de reflexiones me han llevado a descubrir que la tensión hace parte de la rigidez innecesaria que habita en mi vida. Un mundo percibido tal vez desde la linealidad y sin la plasticidad para sortear como un buen malabarista el caos y la incertidumbre acompañada de esos traumas que sin querer abordan y se instalan en mi ser, como un nuevo habitante.
Después de todo estoy aprendiendo a escuchar las señales del cuerpo. Hoy, como antes, puse mi cuerpo en movimiento y estoy escuchando su voz y sus sonidos. Algunas veces son suaves y otras veces son caóticos y agudos, algunas veces gritan y otras susurran. Otras veces duermen y me consuelan. Estoy viviendo en un cuerpo que se conecta con mi ser y así lo siento.
Ahora soy un cuerpo que danza para liberarme de dolores y quebrantos. Soy un cuerpo que confía en sus pies, ama sus caderas, despliega sus manos y percibe la fuerza de su centro vital. Un centro que fluye, un centro que es música y también es canto. Un cuerpo en contacto con otros cuerpos para compartir la miradas y los movimientos, siento las células que resuenan en un compás de vida como queriendo bailar mientras se reubican en posición sanatoria y redentora mientras mi cuerpo fluye hacia el gozo.
Buenas lecciones me dejó escuchar las señales de mi cuerpo, poder entenderlo y disfrutarlo, sentirme liberada, respirando sin ataduras es un placer infinito es como nacer cada día en un nuevo cuerpo dispuesto para el disfrute.