Desde pequeña, siempre quise ser enfermera. Me encantaba sentarme con las personas –muchas penando–, escucharlas, apoyarlas, ayudarlas: tener una conexión con ellas más allá de entablar conversaciones que no ahondaran en sus motivaciones, deseos, dolores.
La vida me ha llevado por muchos caminos: de aprendizaje, de diseño, de música, de procesos eficientes, de liderazgo, tanto en el sector público (Ministerio de Salud, Ministerio de Cultura, Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Alcaldía de Cartagena, Universidad Nacional, Medicina Legal y CF) como en el privado (Universidad Jorge Tadeo Lozano, Camacol, compañías de construcción, de lenguas y traducción), en Colombia y en EE. UU. Lo que más puedo rescatar es haber podido interactuar y aprender al lado de tantas personas maravillosas que luchan, crean, creen, sufren, se caen y se vuelven a parar. Como yo. Que quieren ser mejores personas y buscan maneras de buscar dentro y fuera de sí; que quieren entender y desarrollarse; ser mejores vecinos, empleados y miembros de familia.
Este camino lo he encontrado en La Ontología del Lenguaje. Me ha abierto las puertas a un entendimiento claro, profundo, compasivo y de pensar bien del otro. Que somos diferentes observadores. Descubrir y sentir el poder del lenguaje, el cuerpo y las emociones. Al convertirme en Coach Ontológica, he tenido el privilegio de sentarme al lado de personas que buscan, que aprenden, que quieren llenar sus vidas y seguir sus propósitos. Para mí ha sido un gozo diseñar y poner en práctica conversaciones significativas con coachees y espero poder tener este honor por siempre.